viernes, 26 de febrero de 2010

"ANGIE'S LAVA" - 2ª Parte del libro. Capítulo VIII "Rayones Negros"

¡Un saludo a todos!

Tras una pausa obligada para ordenar una serie de asuntos, ya estamos de vuelta con la segunda parte del libro. El capítulo octavo lleva como título "rayones negros", rayones que parten en dos el suelo de las terminales...o el interior de Angie, creando una dualidad de la que no es aún consciente pero que muy pronto la llevará a un entorno completamente onírico, en su persecución de Ermond. Y....¡reaparece su hermana Claudia! ¿La recordáis los que habéis leído la primera entrega de "Angustias Erótica"? La diversión está asegurada, y puede que algo más...Espero que lo disfrutéis.

Os recuerdo los enlaces para la descarga del e-book gratis y de forma inmediata por si os gusta el libro y queréis anticiparos al final.

¡Buen fin de semana!

http://www.bubok.es/libro/detalles/14039/quotAngies-Lavaquot


Un invierno más tarde…


“…todas las casas que conozco tienen puerta trasera, aunque nunca me he atrevido a cruzarlas por si hubiera enanitos.”


VIII- RAYONES NEGROS

El rayado de los largos tacones negros de unos Magrit de lujo va cortando en dos mitades simétricas la terminal. A la izquierda quedan los honorables señores que realizan piruetas inverosímiles con sus miradas con el fin de atrapar efímeramente el vaivén de esos tobillos de cuero, más allá de la verbosidad de sus atentas esposas. A la derecha, los “amos de los relojes vacíos”, sin nada que hacer, se abstraen oteando el variopinto ganado que entra y sale del aeropuerto. A pesar del murmullo ensordecedor, la marcha por la sala de esa hembra golpea el espíritu y retumba en la libídine de los que desearían estar en otro lugar, con otras vistas y otra voz distinta a las de todos los días.

Una canción de Morphine se cuela de manera invisible entre tanto safari a través de sus oídos hasta alcanzar el ritmo firme de sus muslos. El culo bailón, resaltado por una falda de tubo azul turquesa, pone orden en aquel lugar entre el viejecito al borde del infarto ante su primer despegue, el señor engominado con más doble fondo que su propio maletín, la chica abducida por la videoconsola, el abrillantador del piso, el tristón cabeza de familia numerosa que no para de comprobar los pasajes, el coleccionista de periódicos gratis, los cuatreros, el joven del personal de tierra que acaba de substraerle a una ejecutiva su ordenador impersonal…todos son arrastrados por la ráfaga de aire cálido y gotas de Envy provenientes del corte de tijeras que forman sus piernas al caminar pasillo abajo.

A unos pasos la persigue, rodando con la misma autoridad que su propietaria, una pequeña maleta de unos deliciosos veinte centímetros de fondo, recién estrenada – la ocasión así lo merece – conducida por una mano desprovista de anillos y con uñas bicolor: blancas junto a diminutos lunares negros; una pulsera de plata con seis piececitas Ojo de Shiva cae de la muñeca hacia el dorso. Es la derecha, la izquierda la usa para golpear cadenciosamente su estómago.

Las marcas de sus tacones en el suelo indican los metros que ha devorado y los que le faltan aún; a su espalda quedan el quiosco de prensa, el café 1, la tienda de corbatas colombianas, la de aceite de oliva virgen, el café 2, una librería internacional y una agencia de alquiler de coches. El pasillo llega a su fin, la brisa de sus piernas decae, le pesan los hombros por el número de miradas que cuelgan de ellos. Alza los dos brazos a la vez y coloca las manos delante de su cara para que empujen la puerta de los servicios. Otras dos láminas dentro de la estancia dan acceso a los aseos de “chico” y “chica”. El cartelito que debe indicar cuál es de quién no está - hay gente que los colecciona como se coleccionan colillas, trozos de uña o preservativos usados…lo que la peña va dejando por ahí – pero gracias a sus años de práctica puede diferenciar sin problema alguno entre el olor a restos de hombre y a sobras de mujer, así que con la rodilla empuja la puerta más lejana y no se equivoca. Cinco retretes posan frente a tres grandes vidrieras. Los dos últimos están ocupados; se cuela en el tercero, se baja las bragas y comienza a orinar mientras presta atención a la tertulia que se desarrolla entre las paredes del cuarto y quinto inodoro.



- ¿Y mi móvil? ¿No lo metí en el abrigo?... El estreno es a las nueve, pero acordé con Ermond que lo recogería un par de horas antes, en casa. ¿Dónde estará el bicho este?… No lo encuentro; lo necesito para trabajar, me quedaré en la oficina hasta las seis y media. Tú puedes acudir si te parece desde el hotel. ¿O prefieres que vayamos a por ti?

- Hermanita, me da igual. Lo primero que pienso hacer cuando llegue a mi habitación es tomar un buen baño lleno de burbujas y pegarme una grandiosa siesta. Después de eso seguro que revivo y podéis contar conmigo para lo que queráis.

- Eres un sol, Claudia. Te echaba de menos, ¿sabes? ¿Cuánto tiempo hace desde que nos vimos por última vez?

- ¡Uf! ¡Demasiado! Un año y pico, creo. Sería algo antes de que nos fuéramos a Finlandia, en el chalet de Clara, aquella noche que aparecisteis Alex y tú en su moto y no parabas de hablar de un maravilloso faro donde os habíais… Estabas pesadita, ¡hasta que se te rajó el vaquero y te pasaste toda la cena con el culo pegado al sofá! ¿Es que ya no lo recuerdas? Fue graciosísimo, Angie, no te podías ni mover… ¡Incluso yo tenía que llevarte las copas! Y los prendas se mataban por ocupar un sitio a tu lado, buscando tu complicidad. ¡Cómo te quiero, condenada!

- ¡Y yo a ti! Y ni te imaginas qué impaciente estoy por presentarte a Ermond. Es encantador, en serio, te gustará, te va a parecer un tipo único, es…genial es poco.
- ¡Vale, vale, Angus! ¿Qué coño te ha metido para tenerte morfinómana perdida?

- Pues eso… ¡Pero no es sólo lo que te piensas! Mira, si no lo conoces o no lo has tratado es muy difícil de entender. Estoy segura de que cuando veas la película empezarás a…

- ¿A quererlo? ¿A desearlo? ¿Me lo vas a prestar durante mi estancia?

- ¡Y una polla!

- ¡Claro! Si me lo cedes que sea con todos sus avíos. ¿Cómo la tiene?

- ¡Grande y amplia, como a mí me gustan! Su carnaza ocupa todos mis agujeros cuando se excita.

- ¿Y se excita bien…ahí dura….sin problemas?

- La tendrías que ver, puede permanecer horas empalmada; bueno, mejor no, es mía. Tú llama al servicio de habitaciones, seguro que disponen de alguien apropiado para que te reciba a la vuelta con champán y charanga.

- Pero tendrá algo más ese Ermond que un gran pollón, ¿no? Tú eres muy selectiva.

- Me escribe poemas….

- ¡Poemas! ¡Angie! ¡Estás de saldo o qué! Lo que hay que oír.



El chorro de la meada de Claudia la retrotrae a un episodio de hace algún tiempo: las dos junto a un carnicero italiano, en las cabinas de un sex-shop, gastando pasta…cree que aún sabe dónde esconde en casa el “regalito” que se trajo aquella tarde del tugurio ese.



- La película que estrena esta noche está inspirada en parte en nosotros.

- Sí, ya. ¡Dime! ¿Dónde has dicho que tendrá lugar ese evento tan “cool”?

- En el Teatro Alemán. Mira, hermanita, si vas a estar demostrando este interés todo el rato, no sé para qué has venido.

- Para verte, así tan contenta y orgullosa. Y ya te he dicho que después de dormir un poco… la cena se sabrá más o menos cuándo termina, pero las copas no. ¡Hay que reponer energías!

- Te encantará el sitio. El restaurante al que iremos tras la gala es de un amigo…

- ¡Cómo no!

- ¡Calla! De un amigo mío decorador…

- ¿Del tipo ese tan cargante con el que estuviste varios años liada?

-No es cargante, yo no lo veo de ese modo, sabe lo que ha de hacer, y más si se trata de una sola noche. A lo que iba, lo ha puesto por todo lo alto. Ya verás cómo te gusta, con mucho mueble antiguo, piezas únicas.

- Odio a las polillas y a las termitas. ¡Y a los plastas!

- ¿Pero qué estás haciendo tanto tiempo?

- ¡Cagar! ¿Es que no se puede cagar en un servicio? Llevo días sin hacerlo en condiciones, con los nervios del viaje.

- ¿Estabas nerviosa?

- Siempre me pasa cuando viajo, y más si voy a ver a mi chinita. Espera a que me limpie y salga de aquí, te voy a dar un beso...

- ¡Sin lengua, eh!



Las dos ríen sobre sus respectivos tronos de belleza, como cuando eran unas chiquillas inseparables. Angie sabe que está en una de las mejores fases de su vida. Tiene a Ermond, éxito profesional, una sensación fresca de osadía madura, y a su hermana, que sigue siendo un poco más que ella en todos los aspectos, al otro lado del retrete.

Las tres cisternas sueltan agua al unísono, pero sólo se abre un portón, el tercero, dando salida a los tacones negros que parten el lugar en dos mitades asimétricas: a un lado reluce el delgado presente; al otro lado, a pocos pasos, un futuro a la vuelta de la esquina a contraluz, más propio de los lejanos domingos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

ANGIE'S LAVA: "Blanco casi puro"

Si alguna vez nos encontráramos a solas con nosotros mismos, dejado atrás el repleto motel de las caricias y las miradas seguras, rodeados en una estancia de blanco casi puro, sólo roto por el colorido de algunas máscaras de luchadores aztecas y el negro del deseo destapado. Si alguna vez el sueño dejara de ser sueño, la fantasía un goteo continuo...si llamaran a la puerta de imprevisto...y Sinatra siguiera cantando que nos tiene bajo su piel...

Espero que disfrutéis de esta nueva entrega. El e-book completo lo podéis adquirir (gratis) en el enlace:

http://www.bubok.com/libros/14039/quotAngies-Lavaquot



VII- BLANCO CASI PURO



Con un breve giro de su cuello le sobra para ubicarse en aquella habitación, llamativamente blanca, de paredes acolchadas y espaciosas. El centro de la sala lo domina un taburete negro sobre el que se encuentra ella, desnuda. Un pene plastificado, color cacao 99% puro, venoso, grueso, enorme, vibra bajo sus pies. De alguna parte del techo desciende una suave brisa refrescante. Y un finísimo hilo musical.



“I’ve got you under my skin… I’ve got you deep in the heart of me”



Se aparta el cabello de la cara, anudándose un moño.



“¿Cómo pueden conocer mis deseos?”



Una voz grave y pausada proveniente de los minúsculos altavoces ocultos en las esquinas interrumpe la canción de Sinatra.



- Buenas tardes, señorita, y bienvenida. Comencemos: por favor, coja el pene que encontrará junto a su asiento, agárrelo con fuerza por la base con una mano y mastúrbelo con la otra. Cierre los ojos e imagine que se trata del enorme sexo de un africano primitivo al que va a enseñarle la sutileza sexual de occidente. Usted es única, una auténtica experta en estas lides, y se encuentra lejos, muy lejos de su mundo; no hay testigos, ni prejuicios, ni futuras explicaciones, sólo grandísimas ganas de dar y sentir placer. Abandónese a sus deseos…



“So deep in my heart, that you’re really a part of me”



Ella obedece, pasando a masajear esa polla de urgencias: un prototipo extraordinario. Se percata al sobarlo de lo gordo, rugoso, duro pero a la vez fácilmente manipulable y placentero que le resulta.



“I’ve tried so not to give in…I’ve said to myself this affair never will go so well”



- Ahora, acaríciese los labios de sus genitales con esa barra. Prosiga hasta que sienta la necesidad de metérsela muy adentro. Cuando eso suceda, deténgase, en su lugar roce la punta de la lengua por el glande, apriete sus labios contra él, mordisquee el frenillo y lama de arriba abajo todo el nabo, desde afuera. Disfrute dándole placer a ese negro que tiene en su imaginación, aquel que le aparcó el coche junto a la puerta del restaurante de la playa, o el monitor que le enseñó a navegar en aquellas islas exóticas… Ha estado tanto tiempo deseando poder follar con una enorme polla negra… es su oportunidad, mámesela, provoque su corrida, ansíe tenerla en la garganta, saborearla, tragársela. Por favor, no se toque su sexo mientras lo realiza; es mejor así.



“But why should I try to resist, when babe will I know than well”



- Muy bien. Refriéguese todo el miembro por los pechos, centrándose en los pezones. Eso es, siga. Estupendo, no se detenga.



“That I’ve got you under my skin”



- Sitúese a continuación sobre el suelo a cuatro patas. Perfecto. Deslice el pene por su vulva, mójelo y rócese con el extremo su ano, varias veces. No cese de jadear, más; más por favor. ¡No, quieta! Recuerde que no debe penetrarse.



“I’d sacrifice anything come what might”



- Cuando vea una luz azul encenderse justo encima de la pequeña ventana que está en la pared frente a usted, diríjase hacia allá y ábrala.



Tras unos segundos se ilumina la lucecita; abandona el consolador africano y se acerca gateando a la pared. Alza un puño para retirar el minúsculo pestillo que le permite levantar la tapadera. Por el orificio comienza a caer un gran órgano parecido al instrumento con el que ha estado jugando, pero mayor aún; se encuentra a medio empalmar. Este es real, carnoso. Lo que necesitaba.



- Si es tan amable, apoye las manos en la pared, una a la izquierda y otra a la derecha del hueco, y con la única ayuda de su lengua y labios, agarre el pene negro, introdúzcaselo en la boca y mámelo hasta que se la llene de lefa, pero no la trague, déjesela dentro; no lo olvide.



“For the sake of having you near”



Lo examina con admiración durante unos instantes, salivando por varios sitios al unísono. Cierra los ojos y comienza a actuar según le han ordenado; a intervalos regulares va tragando cada vez un poco más de esa grandiosa verga, conduciéndola hasta el final de su garganta: le resulta imposible abarcarla por completo. Con el miembro inmerso en ella, usa sus labios y su lengua para excitar la piel y los nervios externos. Se saca casi treinta centímetros de la boca porque necesita respirar; le apetece concentrarse en el glande: chupa degustando su marcado sabor ácido. Lo envuelve con la lengua, lo muerde y le escupe. Se lo refriega por la cara para que se la folle, sin usar las manos, los dedos los tiene hundidos en el tapiz de la pared de tanto apretar; sigue postrada como una perra. El ardor de la polla y sus espasmos descontrolados le advierten de la pronta llegada de una gran corrida. Antes de que pueda introducírsela de nuevo para recoger el semen, la polla descomunal le agrede con varios disparos lechosos: los primeros se marchan por encima de su cabeza, el tercero le blanquea parte del cabello, el siguiente choca contra la mejilla y el resto lo consigue atrapar por fin dentro de su boca, pero no puede resistir la tentación y se lo traga todo.



- No ha hecho lo correcto, señorita, no es una chica obediente; habrá que enseñarla. Muy a nuestro pesar tendrá que someterse al protocolo establecido para estos casos. Prepárese.



“In spite of a warning voice that comes in the night”



Se oye un estruendo; una sección del revestido se alza a modo de compuerta y tres individuos desnudos ingresan en el habitáculo, llevando tan sólo botas militares fuertemente acordonadas y unas máscaras de cuero lila, amarilla y verde con una cremallera en un lateral, que les cubre toda la cabeza con la excepción de los ojos y la boca. A cada uno le cuelga una pieza hercúlea: ancha, gruesa, apetecible. Del subsuelo surge un penetrante olor a vainilla que impregna en segundos toda la celda. El más corpulento, el enmascarado amarillo, se planta junto a la mujer, la arrodilla, le gira la cabeza, abre con los dedos su boca y le mete la polla ayudándose de la mano para que le entre al completo. Agarrándola por la melena indica el ritmo que precisa la mamada. Ella no puede hacer más que transigir, alzando los brazos con la intención de acariciarle los pectorales mientras traga sin parar.

Al cabo de unos minutos necesita coger aire; se detiene y jadea cara al suelo. Cuando vuelve a abrir los ojos sobre los que la pintura ya se ha corrido, se encuentra con tres majestuosas vergas amenazándola: sujeta las dos que no ha probado aún por el origen y se las empuja a la vez hacia el paladar. Una mueca deforme es el resultado de la dilatación que deben llevar a cabo sus labios. Se erotiza al máximo ante la posibilidad de cumplir una de sus fantasías más íntimas: ¡dos pollas para su boca! Su sueño. Con gran parte de los nabos rozándole ya la campanilla, pega las manos al culo de sus verdugos, presionándoselos hacia su rostro, para que ellos a su vez le aprieten sus pollones aún más contra la garganta. En esos instantes tiene la boca repleta de carne de burro; le cuesta respirar y los escupe, agarrando a continuación el que sigue a la espera, erecto: comienza a masturbarlo a dos manos muy lentamente.

Transcurren los minutos, intercambiando los falos que chupa, masajea, lame…sobándolos, acariciándose con ellos la frente, el cuello, volviéndoselos a introducir en la boca; llegado el momento, el hombre de la máscara verde decide pasar al siguiente acto; le da la vuelta, la apoya contra el taburete, agarra su cintura con fuerza y le separa las piernas para penetrarla desde atrás. El miembro entra sin problemas hasta la raíz al encontrar el sexo de la mujer empapadísimo. Los otros dos verdugos se sitúan delante de su cara y se apoderan de las tetas que bailan en el aire con cada impetuosa sacudida. Tras varios mazazos, el follador saca la polla del coño, se arrodilla y le enjuaga con saliva la parte exterior del ano. Cuando está algo más lubricado le mete el dedo corazón, y cuando el dedo corazón resbala sin problemas, se agarra la verga, la conduce hacia el anillo de carne de la mujer y le abre el culo sin piedad. Esta expulsa un extenso gemido medio placentero medio doloroso hasta que el enorme cipote de máscara lila le tapona la escapatoria. Y máscara amarilla se coloca al lado esperando su turno.

Está disfrutando como nunca antes lo había hecho.

En una especie de rondo, le ensartan alternativamente los tres orificios: ano – vagina – boca; vagina – ano – boca; boca – ano – vagina.

Hay una polla que por su amplio diámetro la excita más que las otras, y le pide a su dueño que sea él quien la conduzca hasta el éxtasis que la espera a unos metros. Máscara amarilla acata la orden y la mujer se estremece sin control al provenirle el orgasmo. Al correrse, de rodillas en el piso, con el culo alzado para que le baje ese pollón hasta lo más profundo, se da cuenta de que ha sido obedecida, que puede hacerse con las riendas de la situación, convertirse en dominadora.

Entonces escapa del centro de la sala, apoya la espalda en una de las paredes, se separa los labios genitales, les muestra cómo acaricia su vulva y los pezones y se deja caer hasta quedar sentada, abierta; pide a los tres que se arrastren ante ella. Uno, el del centro, le ha de comer el coño de arriba abajo mientras ella mete un dedo por el ano a los otros dos. Sabe que está ante la ocasión única de llevar a la práctica su mayor fantasía erótica: ser triplemente penetrada por desconocidos.

Tumba a máscara amarilla en el suelo y se monta sobre su erección, dejándola entrar todo lo hondo que admite su vientre. Le mordisquea las tetillas, el estómago, y le lame el cuero sobre su rostro; con ambas manos separa las nalgas para mostrarle el esfínter a máscara lila, que lo posee sin dudarlo. La otra máscara le ofrece su enorme empalme al orificio que aún sigue inmune.

Los dueños de las pollas lila y amarilla se turnan a la hora de follarle los dos agujeros, coño y culo, clavándoselas al unísono y alternativamente, proporcionándole de esa manera placer sin límites; los jadeos brotan a duras penas por el escaso hueco que deja el pene verde en su boca. Es tan intenso el éxtasis que comienza a marearse, pero no quiere parar, ansía sentirse llena de lefa, y los tres verdugos sumisos deben tener los huevos llenos después de esa colosal follada.

Quiere cambios, probar las múltiples combinaciones posibles; ellos la siguen sin rechistar, mostrando obediencia suprema. La mujer se encuentra liberada de cualquier prejuicio, si es que los tuvo alguna vez, y se deja persuadir por sus deseos más inconfesables, indefinidamente; ya habrá tiempo de recomponer la figura y regresar a la luz pública. Tras su tercer orgasmo indulta a polla amarilla para que saque su nabo del culo y se corra a gusto: la moja desde los omóplatos hasta el nacimiento de la espalda. La enrojecida verga del enmascarado lila abandona a continuación el coño con la idea de teñirle el vello púbico de un color blanco casi puro. Y el cipote restante le lanza tanta leche a la cara que le borra los rasgos faciales. Después de expulsar el último jadeo, los cuatro caen exhaustos sobre la superficie manchada.



- Enhorabuena, señorita, ha completado la prueba con gran éxito. Si desea una grabación del show, solicítela en el mostrador a la salida. Deseamos que nuestros servicios la hayan satisfecho y que vuelva pronto. Buenas tardes.



“Who is the dream who starts me dreaming, angel baby…then keeps me worrying and schemeing. You, angel baby, you”



La musiquilla remota de una radio, semejante a un riachuelo sonoro aséptico, la va depositando con mimo sobre su colchón de cotidianeidad. Angie abre ligeramente los ojos, bosteza, estira la punta de sus uñas color sangre y se palpa las braguitas; las tiene empapadas - “No es para menos.”

Al cabo de unos minutos suena de manera gentil el timbre de casa: campanas de bienvenida. Reconoce aquella forma prudente de solicitar permiso y cae en la cuenta de que había quedado con Ermond ese sábado para darle el toque final al guión.

Mira su Rolex: viene con un cuarto de hora de adelanto, extraño en él. Se levanta de la cama dejando sobre ella la sombra de sus andanzas nocturnas. Junto a sus bragas negras luce tan sólo una camisetita color chocolate, fina, corta, ajustada, de tirantas; y así se dirige a abrirle, con sus pezones deseosos de absorber algo del frescor matutino - “Vamos a trabajar, seguro; pasado mañana lunes deben estar las modificaciones listas para el equipo de producción. Lo que no sé es cuándo empezaremos con ello. Antes quisiera…”

Al girar la llave le asalta un último pensamiento, un deseo indiscreto más que una posibilidad factible - “Ojalá no venga solo, al menos hoy.”



- ¡Buenos días, Angie! Estás…preciosa. ¿Recién levantada? Te he traído algo de comer, churros. Pero… ¿podemos pasar? ¡Vaya comienzo de año que llevamos! ¡Uf! Fuera hace un frío que pela. Gracias a Dios que aquí estaremos calentitos. Te presento a Alfonso y a Tommy, dos fans de la película y buenos amigos míos; no te preocupes, son de confianza.



Con una de sus cautivadoras sonrisas los hace entrar, cierra la puerta y se apoya en ella. Recuerda que al salir del dormitorio vio que las máscaras seguían sobre el sillón orejero de la salita de trabajo.



- ¿Y ahora qué?